¡Hola penfriend!
Llevo días dándole vueltas a qué tema escoger para este domingo. A veces tengo muchas ideas sueltas, pero ninguna termina de concretarse. La semana pasada, leyendo a Caro de Un lugar en Italia, encontré un hilo del que tirar. Ella contaba que, para ella, el verano siempre había sido sinónimo de mar, no de montaña. Y me sentí muy identificada. Mis veranos también han sido siempre salados: entre el Mediterráneo, el Cantábrico o algún viaje lejano. Las montañas las asociaba más bien al invierno, al esquí y al frío.
Recuerdo incluso, de pequeña, en pleno invierno, en las montañas, ver anuncios de vacaciones en verano en las montañas y no entender nada.
Y sin embargo, desde que vivo en Alemania, he descubierto que las montañas también tienen su propio verano. Senderismo, lagos, bosques, aire fresco, pueblos que huelen a leña incluso en julio. Me he bañado en lagos (aunque confieso que echo de menos la sal en el agua), he caminado entre abetos y he dormido en tiendas desde las que se veían las estrellas con una nitidez asombrosa.
Quizás por eso me gusta pensar que estoy ampliando el mapa de lo que puede ser el verano. Porque, al final, ¿qué es el verano sino una forma de mirar el tiempo con otra luz? Un paréntesis en el calendario, una invitación a estar más afuera, más despacio, más en los detalles.
Las montañas tienen su propio ritmo. Un verano de noches oscuras, sin farolas ni coches ni ruido. Donde las estrellas se ven como en ningún otro sitio. Donde una cena sencilla al aire libre se convierte en banquete solo por estar rodeada de verde, de silencio, de cielo.
La montaña tiene sus propios rituales: desayunos al aire, a veces con chaqueta; cencerros a lo lejos; y cielos que se encienden de estrellas. Todo es más calmo, más íntimo. Y aunque a veces echo de menos el sonido de las olas, me doy cuenta de que en este nuevo mapa también hay olas: las de las colinas, las del viento entre los árboles, las del agua fría al zambullirte.
Quizás por eso esta postal no habla de un lugar concreto, sino de una sensación: la de estar descubriendo otra forma de vivir el verano. Más silvestre, más silenciosa. Y distinta.
Recuerdos desde algún rincón entre montañas,
M.
El año pasado te hablaba del verano ideal
Ver las estrellas en las montañas
Hola Marta: Esta postal me ha encantado y me ha parecido muy interesante tu perspectiva del verano en la montaña, esto me ha recordado a uno de mis lugares favoritos en Austria: Leogang/Saalfelden con una de sus cadenas montañosas más famosas “das Steinerne Meer” Allí las montañas son tan espectaculares que literalmente parecen un mar de piedra. Estas montañas son compartidas con mi región favorita de Alemania: Berchtesgadener Land 😍 Si algún día decides ir a Leogang, ten en cuenta la temporada de junio durante el solsticio de verano pues allí las montañas se convierten en un mar de llamas debido a las hogueras que son encendidas en los diferentes picos de las montañas, un espectáculo increíble, impresionante e imperdible.
Aprecio el potencial de la montaña, pero una semanita cerca del mar disfrutando de un poco de playa… me da la vida. Nada me ayuda a desconectar tanto como una tarde en la playa.