Postal #7 - La mar
Hola penfriends*:
Tenía preparada la postal #3 sobre el mar, pero luego llegó un podcast absolutamente maravilloso sobre Suiza y sin querer se coló en estas postales el país alpino.
Para la postal #7 tenía pensando escribir sobre Inglaterra, pero la newsletter de
Decía ella así:
No sé si es por ser un poco paleta o por ser de interior pero yo nunca doy por sentado el mar. A mí siempre me maravilla. Desde una ventana en el AVE. A distancia en el hotel. Por una carretera escarpada que, en un giro, nos devuelve ese fogonazo azul. Me da lo mismo que sea gris o turquesa. Calmado o agitado. Todo me sirve para hacerme sentir esa sorpresa. “Mira, el mar”, digo a quien sea que me mira. Algunos siguen hablando como si no fuera un milagro.
Me pasa también con las tormentas y la nieve. Y creo que mi amor por las piscinas tiene algo que ver con ese asombro al ver el mar. Porque de alguna manera las piscinas son una promesa de algo más grande.
Yo no soy de interior sino más bien del Mediterráneo, pero desde hace ya unos cuantos años vivo en centroeuropa y la costa marina más cercana se encuentra a 560 km, con lo que ese amor hacia el agua la traslado a lagos, ríos, piscinas y charcas, vamos lo que haga falta.
Cada vez que tengo la oportunidad, voy al mar - sea la estación que sea, llueva o truene y hago fotos y vídeos para cargar el alma y volver a ellos cuando no puedo ir.
Cierto es que, tengo la gran suerte de vivir en una región con lagos espectaculares, con montañas que quitan el hipo. Pero cada vez que me baño en un lago, me falta la sal, ese saborcito sobre mi piel. Cuando me baño en el mar, procuro darme la ducha que quite la sal lo más tarde posible, total, como decía mi abuelita, la sal es muy buena para la piel.
Otra de las cosas por las que me siento afortunada, es vivir en una ciudad atravesada por un señor río, nada más y nada menos que el Danubio. Es una suerte porque la gran masa de agua (limpia, puesto que aún nos encontramos bien cerca de su nacimiento, es una fuente de vida: gente bañándose, haciendo windsurf, remo, paddle surf... Similar a la vida que da el mar.
El Danubio es un río apasionante. Atraviesa 10 países, 4 capitales y es el segundo más largo de Europa. A mí me hace risa pensar, que si me tiro al agua en la puerta de mi casa y me dejo llevar, llegaré al Mar Negro.
Mi amiga E. me comentó hace años que su gran sueño era bañarse en todos los mares y océanos del mundo. Me parece una idea maravilla, algo inalcanzable pero sin duda, un buen motivo para seguir viajando.
Mi gran sueño sería vivir frente al mar. Dormir acurrucada por el sonido de las olas.
Por eso uno de mis lugares felices es un pequeño apartamento al sur de Valencia en el que he pasado mi infancia y adolescencia. Cada noche con el reflejo de la luna en el mar, recitando en mi cabeza el verso de la Canción del pirata "La luna en el mar riela" y cada mañana me despertaba con el reflejo del sol que me deslumbraba al abrir los ojos. Impagable. Lujo puro.
Era una sensación de miedo mezclada con euforia. Era como la agitación que se siente antes de ver el mar, cuando uno huele en el aire que está cerca, y hasta oye los bramidos de las olas a lo lejos, pero no lo vislumbra todavía, sólo lo intuye, lo presiente y lo imagina.
El olvido que seremos - Héctor Abad Faciolince
Hasta aquí mi carta de amor al mar. Cuéntame a qué profesas tú un amor profundo, o incluso aquello que eches de menos.
Recuerdos, hoy desde París.
Marta.
PD: Si te ha gustado la postal, me hará mucha ilusión que me lo escribas. Aprieta a responder y nos leemos.
PDD: La foto es del mar Mediterráneo, desde la isla de Córcega (y yo siendo muy feliz).
*penfriend: se trata de una persona con el que uno se cartea, un contacto epistolar
Hay un podcast que me gusta muchísimo - no os voy a descubrir nada, es un de los más conocidos en España: El podcast de Cristina Mitre. En un capítulo, Lucía Benavente (una persona a la que admiro muchísimo), comentaba que "el mar es su ancla, que le hace reconectar". A mí, el mar me cura literalmente el alma.
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